martes, 22 de mayo de 2012

VALPARAÍSO, LA CIUDAD DE LOS FANTASMAS

¿Qué pasa en Valpo? Los ciudadanos parecen muertos y poco o nada
hacen para evitar que el Puerto desaparezca.
“Cada vez que voy a Valparaíso, regreso muy apenado de ver degradada la ciudad. Quizás Valparaíso sea una ciudad imaginaria. Yo la prefiero así, tal como la veo en sueños, por eso mi libro se llama “Ayer soñé con Valparaíso” pues prefiero evocarlo, soñarlo o imaginarlo que vivirlo realmente, ya que cuando viajo allá, estoy siempre muy impactado por su autodestrucción, ya que los mismos porteños no hacen nada por cuidar su ciudad.” (Manuel Peña Muñoz, escritor, Premio Municipal Literatura Valparaíso 1997).

Las palabras al final de una carta que recibí hace un tiempo, a raíz de mis crónicas sobre Valparaíso, de mi amigo el escritor Manuel Peña, me dejaron con una amarga sensación de impotencia y una honda tristeza que me embarga cada vez que el puerto sufre un nuevo embate y una nueva pérdida, cuando soy testigo de la resignación y apatía de los porteños para defender la ciudad, para protestar por las decisiones que se toman sin consultarnos y que afectarán nuestro futuro irremediable y definitivamente. Cuando vemos los ascensores transformados en verdaderos fantasmas colgados penosamente de los cerros, cuando vemos cómo se demuelen construcciones antiguas y valiosas para instalar torres de departamentos, cuando existen otras obras abandonadas en medio de la ciudad, cuando se instala un penoso remedo de botica para amparar una cadena de farmacias, cuando se permite que nuestros antiguos locales como la librería Ivens sean reemplazados por compañías de teléfonos celulares, cuando se pretende entregar la principal avenida de entrada al puerto, como es la avenida Argentina, a las empresas del retail. Cómo no ponerse a llorar a gritos cuando se nos quiere convencer una y otra vez que un mall en pleno borde costero será un aporte, un motor para la actividad comercial, cuando se nos trata de convencer que es mejor ser consumidores que ciudadanos.

Valparaíso me atrapó no sólo por su belleza geográfica, su nostalgia, su historia de marinos, inmigrantes y su antigüedad. Valparaíso me cautivó también por todos los libros que se han escrito sobre él, entre ellos los evocadores y los que cuentan la historia de la vida porteña como los de Manuel, que atesoro, leo y releo muchas veces. Toda la poesía, las películas, las músicas y pinturas que ha inspirado Valparaíso a los más talentosos artistas. Todo aquello que nos ha dado identidad y originalidad se va terminando lenta, pero progresivamente para transformarnos en una ciudad más, clonada de otras en donde el paisaje principal son las grandes tiendas, los supermercados y las monstruosas torres de departamentos, todos iguales.

Me pregunto y les pregunto a ustedes: ¿hasta cuándo permitiremos que se nos quite ese Valparaíso que añoramos y queremos? ¿Cuándo despertaremos de esta especie de modorra social, de esta comodidad cívica o derechamente de esta suerte de indolencia que no nos hace salir a las calles a defender lo nuestro? Todas las marchas que se han convocado para rechazar el mall, para exigir de vuelta nuestros ascensores, para defender nuestro comercio local cuentan con unos pocos entusiastas, siempre los mismos. Sin embargo vemos en todo Chile como los ciudadanos se levantan para defender sus ciudades e intereses, ¿por qué aquí no ocurre eso? La gente tiene mucho que decir, en la calle y en las conversaciones privadas se advierte un rechazo importante a todas las medidas, decisiones y construcciones que se están autorizando indiscriminadamente, sin embargo, esto no se expresa en acciones ciudadanas concretas y  pareciera que los porteños pensaran que está todo perdido y que ya nadie podrá frenar esta verdadera masacre a nuestra ciudad puerto.

Yo pienso que estamos a tiempo, creo que la fuerza ciudadana está demostrando ser más potente que cualquier poder fáctico.  Que todas las aberraciones que se cometen en otras ciudades se han vuelto verdaderos ejemplos de lo que NO debe hacerse en Valparaíso, por lo tanto, debemos  decidir nosotros cómo se sigue contando la historia de este puerto querido porque las responsabilidades son compartidas por todos sus habitantes. Si las autoridades equivocan el camino entonces tenemos que levantar la voz y salir a las calles para evitar que Valparaíso se transforme definitivamente en la ciudad de nuestros fantasmas, en la ciudad cementerio de nuestro patrimonio, en una pura entelequia imaginaria. Sólo movilizados y activos lograremos que éste renazca y se eleve hasta la altura de nuestros sueños. ¡Aún es posible!