lunes, 26 de septiembre de 2011

EN VALPARAISO SOMOS TODOS ESTÚPIDOS

EL cafe Riquet era clásico, pero desapareció. Ahora en
su lugar van a instalar otra farmacia.
Yo no soy nada de tonta. Y estoy segura que la gran mayoría de los porteños tampoco.  Entonces, ¿por qué se nos trata cómo tontos? Leo en el diario la noticia que el antiguo  Café Riquet que hace un tiempo se nos dijo sería recuperado y abierto nuevamente al público, ahora pasará a ser una farmacia Salcobrand, lo que causa gran alegría y orgullo al señor alcalde de Valparaíso y a su directora de gestión patrimonial porque, no nos vayamos a equivocar, esto no es una farmacia así no más como las decenas que invaden nuestras calles, esas que se han coludido para fijar precios abusivos a quienes necesitan de sus remedios. No, no, no, ¿cómo se le ocurre?  Esta será una “botica”, tendrá estantes antiguos, tendrá infraestructura patrimonial e histórica y además contará con un salón de té, no sea mal pensado, usted podrá saborear un té verde con tostadas y aspirina en la farmacia, perdón, “botica”.

Las expresiones y opiniones de las autoridades son frases para el bronce. Se nos dice que “gracias a esta iniciativa”;  que “como Municipio lo que nos interesa es rescatar nuestras tradiciones”; que “los porteños tengan su historia plasmada en  servicios de buena calidad”; es decir, la “botica” nos devuelve la historia y las tradiciones. Aunque solo podríamos llamarla farmacia boutique, una especie de adjetivo que sirve para todo lo que quiere subir de pelo.

Al parecer bastó usar la palabra “botica” para darle chipe libre a la instalación de una farmacia más en un sector patrimonial, y como si fuera poco, a metros de otra similar. Quiere decir entonces que mañana los dueños de cadenas de supermercado pueden instalar un “emporio de menestras” en cualquier sector patrimonial porque, claro, no será supermercado, aunque lo sea, porque estará enchulado de emporio  antiguo.

¿Yo estoy entendiendo mal o soy muy tonta? ¿Ustedes también?
Por otra parte, con bombos y platillos se nos informa que se está gestando un gran proyecto para Valparaíso: el Puerto de Ideas.  Charlas y reflexiones artísticas en torno a la ciudad. Vendrán entre otros, el destacado artista visual Alfredo Jaar y Ratmuncho Matta, hijo de otro importante artista, el pintor Roberto Matta.  Vamos a pensar Valparaíso desde dónde: ¿desde la construcción de un edificio en pleno

Esta es la farmacia que hay en
Santiago y que vendrá a instalarse
en plaza Anibal Pinto
Museo a Cielo Abierto donde está el hermoso mural de Roberto Matta? ¿Desde los ascensores paralizados en lo alto de sus estaciones muertas? ¿Desde las torres que se construyen sin piedad en todos los cerros de Valparaíso? ¿Desde nuestras callejuelas sucias y ocupadas por cientos de perros vagos famélicos amparados por los vendedores ambulantes? ¿O los invitamos luego a tomarse un té al interior de la farmacia, perdón, “botica” Salcobrand?.

Mi supuesta estupidez me lleva a preguntar: ¿por qué Puerto de Ideas?  Tengo tantas, tantas ideas para Valparaíso sin pensar demasiado, sin ser para nada rebuscada ni siquiera especialista. Pienso en ese patrimonio inmaterial que las autoridades municipales dejan escapar sin el menor cuidado y que son parte de nuestra identidad:  el Festival de Cine Documental, de gran originalidad, que por años se realizó en Valparaíso  y que ahora se hace en Viña del Mar; la Exposición Artesanal Manos Maestras que reunía a los artesanos más destacados de la Quinta Región en una muestra original, autóctona y local, que ahora también se realiza en Viña del Mar; la gestión de Escenalborde y su importante festival de danza internacional, que tuvo que abandonar su sede donde se realizaban permanentes muestras de danza y teatro, además de talleres, etc.

Pienso en tantas actividades culturales que dieron a nuestra ciudad identidad y patrimonio, pero que lamentablemente se  han dejado ir.  También pienso en otras que no hicieron más por el escaso aporte y apoyo municipal o gubernamental. Mientras tanto se nos quiere hacer creer que proyectos como la “farmacia-botica”, es una iniciativa fabulosa. A pocas cuadras de allí, nuestra plaza Victoria, no ha sido merecedora siquiera de un arreglo digno de sus baldosas rotas, sus escaños deteriorados, sus jardines marchitos, o al menos una limpieza diaria.

La plaza principal de la ciudad, ese espacio que hasta en el pueblo más pequeño y modesto de Chile es cuidado y dignificado, en Valparaíso está completamente descuidada y sucia, invadida por skaters, malabaristas y vendedores ambulantes que ni siquiera permiten el paseo o el descanso urbano. Sin embargo, tendremos farmacia, perdón, “botica” en un sector que no lo requiere. En un Valparaíso necesitado de dignidad, de cuidado y de respeto.

Yo no soy nada de tonta y usted tampoco, por eso lo llamo a no dejarse embaucar por autoridades incompetentes, ignorantes y tramposas. Porque lo que hoy se llama “botica”  mañana tendrá otro nombre que les permitirá  seguir llenando nuestra ciudad patrimonial de un pseudo-patrimonio que no queremos ni merecemos. No somos tontos.

Fotos portada de Álvaro Tapia
Foto interior de Zaladquiel

martes, 20 de septiembre de 2011

LA DESTRUCCIÓN DE VALPARAÍSO

Pasaje Pasteur (Cerro Bellavista)
invadido por máquinas constructoras
Hace 17 años elegí Valparaíso como la ciudad en donde quería vivir; el cerro Barón como el lugar donde instalaría mi casa; y el cerro Bellavista donde armaría mi taller de vitrales y mi actividad artística. Hablo entonces desde mi opción por Valparaíso como una forma de vida, como la posibilidad de construir una historia en un lugar especial, diferente, particularmente hermoso. Yo venía de Santiago, de la modernidad, del vértigo, de los malls, de los grandes edificios, de la contaminación y la deshumanización de una ciudad también bella, pero sin mística, sin humanidad, sin poesía.

El cerro Bellavista me acogió en la imponente casona de la Fundación Valparaíso, un lugar ideal en un sector privilegiado y único, ya que tiene tres importantes y originales museos que son visitados por cientos de turistas, sobre todo extranjeros, que quedan maravillados e incrédulos de tanta concentración cultural: Museo La Sebastiana, la casa de Pablo Neruda, el Museo Organológico que reúne más de 600 instrumentos étnicos del mundo y el imponente y desparramado por distintas callejuelas interiores Museo a Cielo Abierto, que reúne murales de los artistas más importantes de nuestra historia plástica.  Para recorrerlo, debes internarte por algunos de sus angostos pasajes y caminar sin más guía que los propios murales que te salen al encuentro en cada paso, entre escaleras, recodos, callejuelas y peldaños que son parte de un barrio típicamente porteño, donde vive la gente con sus gatos y sus ropas colgadas al viento, conviven aquí el arte y la vida misma con toda su genuina belleza.

 Cómo explicar a continuación que una inmobiliaria que no se identifica, que aparece de un día para otro demoliendo una parte de esas callejuelas sin respeto ni cuidado alguno por ese entorno, llega con sus máquinas atronadoras, transforma el pequeño pasaje Pasteur en entrada y salida de camiones, comienza su prepotente construcción sobre el mural de Matilde Pérez, se toma las calles sin contemplaciones, rompe, interviene, ensucia y atropella de una sola vez toda la vida construida en ese sector frágil, vulnerable, de gente sencilla que no tiene más poder que el haber vivido casi toda la vida allí, generación tras generación. Cómo explicarlo.

Los visitantes que llegan hasta este lugar, más que nada europeos y norteamericanos, no dan crédito a lo que ven sus ojos, se toman la cabeza a dos manos y nos dicen: “no puede ser, es una locura”. Pasamos del espanto a la vergüenza cada día.

No podemos entender que la municipalidad de Valparaíso autorice estas construcciones sin exigir el menor cuidado de los trabajos, cómo se deja un mural del museo prácticamente como una parte de la fachada del edificio particular. Cómo se autoriza a sacar de cuajo el arco de entrada al museo y los topes que lo hacen peatonal.
 
La constructora en cuestión, que no ha sido capaz de instalar un letrero con su identificación, proyecto, etc., actúa con prepotencia cuando se les exige permisos y cuidado, es así como han rallado autos, desinflado neumáticos, e intimidado a empujones, queriendo amedrentar una fotógrafo de la junta de vecinos.

Aquí se va a construir un edificio de departamentos boutique para que sean adquiridos por santiaguinos probablemente, que no se vincularán de ninguna manera con el barrio porteño, que querrán hacer de este pequeño pasaje la entrada de sus 4×4, borrando de un plumazo niños jugando, vistas, señoras tendiendo la ropa, los gatos tomando el sol en las ventanas y la vida a escala humana que no tiene ni el glamour ni el estilo de las grandes ciudades.

Creímos, ingenuos, que al ser declarado Valparaíso como ciudad patrimonio de la humanidad, tendría un garante, sería defendida contra viento y marea, tendría un respeto y un trato especial.  No ha sido así y nadie asume responsabilidades, las autoridades están de parte de los que construyen sin velar ni fiscalizar lo que se está haciendo.

¿Veremos mañana un edificio delante de la casa de Pablo Neruda ofreciendo vistas hacia el mar y al dormitorio del poeta? ¿Se seguirá vendiendo Valparaíso al mejor postor?
Estamos empeñados en defender nuestra ciudad a toda costa, los que han nacido y vivido toda la vida aquí y los que como yo, hemos adoptado a Valparaíso como la ciudad en donde la vida es buena y bella, no descansaremos en nuestra denuncia, en nuestras acciones para impedir que se siga destruyendo lo poco que nos va quedando de los barrios porteños.
   No dejaremos que a Valparaíso se le siga quitando dignidad, que se la siga mutilando en lo que más se la valora y se la quiere: su geografía loca y desordenada, su arquitectura porteña y multicolor, su vida arriba y abajo frente al mar que nos pertenece a todos y que todos queremos mirar y disfrutar. Lo que las represas son a la Patagonia de Chile, las inmobiliarias son a la ciudad de Valparaíso.  ¡Vamos a defender el puerto, que nos pide ayuda a gritos!.