martes, 20 de septiembre de 2011

LA DESTRUCCIÓN DE VALPARAÍSO

Pasaje Pasteur (Cerro Bellavista)
invadido por máquinas constructoras
Hace 17 años elegí Valparaíso como la ciudad en donde quería vivir; el cerro Barón como el lugar donde instalaría mi casa; y el cerro Bellavista donde armaría mi taller de vitrales y mi actividad artística. Hablo entonces desde mi opción por Valparaíso como una forma de vida, como la posibilidad de construir una historia en un lugar especial, diferente, particularmente hermoso. Yo venía de Santiago, de la modernidad, del vértigo, de los malls, de los grandes edificios, de la contaminación y la deshumanización de una ciudad también bella, pero sin mística, sin humanidad, sin poesía.

El cerro Bellavista me acogió en la imponente casona de la Fundación Valparaíso, un lugar ideal en un sector privilegiado y único, ya que tiene tres importantes y originales museos que son visitados por cientos de turistas, sobre todo extranjeros, que quedan maravillados e incrédulos de tanta concentración cultural: Museo La Sebastiana, la casa de Pablo Neruda, el Museo Organológico que reúne más de 600 instrumentos étnicos del mundo y el imponente y desparramado por distintas callejuelas interiores Museo a Cielo Abierto, que reúne murales de los artistas más importantes de nuestra historia plástica.  Para recorrerlo, debes internarte por algunos de sus angostos pasajes y caminar sin más guía que los propios murales que te salen al encuentro en cada paso, entre escaleras, recodos, callejuelas y peldaños que son parte de un barrio típicamente porteño, donde vive la gente con sus gatos y sus ropas colgadas al viento, conviven aquí el arte y la vida misma con toda su genuina belleza.

 Cómo explicar a continuación que una inmobiliaria que no se identifica, que aparece de un día para otro demoliendo una parte de esas callejuelas sin respeto ni cuidado alguno por ese entorno, llega con sus máquinas atronadoras, transforma el pequeño pasaje Pasteur en entrada y salida de camiones, comienza su prepotente construcción sobre el mural de Matilde Pérez, se toma las calles sin contemplaciones, rompe, interviene, ensucia y atropella de una sola vez toda la vida construida en ese sector frágil, vulnerable, de gente sencilla que no tiene más poder que el haber vivido casi toda la vida allí, generación tras generación. Cómo explicarlo.

Los visitantes que llegan hasta este lugar, más que nada europeos y norteamericanos, no dan crédito a lo que ven sus ojos, se toman la cabeza a dos manos y nos dicen: “no puede ser, es una locura”. Pasamos del espanto a la vergüenza cada día.

No podemos entender que la municipalidad de Valparaíso autorice estas construcciones sin exigir el menor cuidado de los trabajos, cómo se deja un mural del museo prácticamente como una parte de la fachada del edificio particular. Cómo se autoriza a sacar de cuajo el arco de entrada al museo y los topes que lo hacen peatonal.
 
La constructora en cuestión, que no ha sido capaz de instalar un letrero con su identificación, proyecto, etc., actúa con prepotencia cuando se les exige permisos y cuidado, es así como han rallado autos, desinflado neumáticos, e intimidado a empujones, queriendo amedrentar una fotógrafo de la junta de vecinos.

Aquí se va a construir un edificio de departamentos boutique para que sean adquiridos por santiaguinos probablemente, que no se vincularán de ninguna manera con el barrio porteño, que querrán hacer de este pequeño pasaje la entrada de sus 4×4, borrando de un plumazo niños jugando, vistas, señoras tendiendo la ropa, los gatos tomando el sol en las ventanas y la vida a escala humana que no tiene ni el glamour ni el estilo de las grandes ciudades.

Creímos, ingenuos, que al ser declarado Valparaíso como ciudad patrimonio de la humanidad, tendría un garante, sería defendida contra viento y marea, tendría un respeto y un trato especial.  No ha sido así y nadie asume responsabilidades, las autoridades están de parte de los que construyen sin velar ni fiscalizar lo que se está haciendo.

¿Veremos mañana un edificio delante de la casa de Pablo Neruda ofreciendo vistas hacia el mar y al dormitorio del poeta? ¿Se seguirá vendiendo Valparaíso al mejor postor?
Estamos empeñados en defender nuestra ciudad a toda costa, los que han nacido y vivido toda la vida aquí y los que como yo, hemos adoptado a Valparaíso como la ciudad en donde la vida es buena y bella, no descansaremos en nuestra denuncia, en nuestras acciones para impedir que se siga destruyendo lo poco que nos va quedando de los barrios porteños.
   No dejaremos que a Valparaíso se le siga quitando dignidad, que se la siga mutilando en lo que más se la valora y se la quiere: su geografía loca y desordenada, su arquitectura porteña y multicolor, su vida arriba y abajo frente al mar que nos pertenece a todos y que todos queremos mirar y disfrutar. Lo que las represas son a la Patagonia de Chile, las inmobiliarias son a la ciudad de Valparaíso.  ¡Vamos a defender el puerto, que nos pide ayuda a gritos!.

No hay comentarios: