lunes, 16 de julio de 2012

COMPRAR A LA ANTIGUA EN VALPARAÍSO

Foto: Pilar Polanco



Una forma de rescatar la identidad, las costumbres y la historia de los ciudadanos porteños es volver a nuestro antiguo sistema de compras, como un intento real, no sólo de promover los tradicionales locales comerciales de Valparaíso sino de transformar un acto cotidiano y necesario en algo que nos devuelva la dignidad como consumidores, es decir,  la calidad humana en el trato con quienes nos atienden, la tranquilidad y el equilibrio al momento de comprar. 

Todo esto y mucho más nos ofrece la experiencia que tenemos a la vuelta de la esquina en cualquier sector de Valparaíso. Es tiempo también de derribar ciertos mitos: que son más caros, que los productos son limitados, que es más engorroso y lento, etc. Mentiras que nos han inculcado por años de años en una feroz campaña publicitaria para favorecer el consumo desmedido y brutal que fomenta este sistema hacia los grandes supermercados y grandes tiendas del retail que tienen a la mayoría de las personas endeudadas más allá de lo razonable y viviendo la angustia de la compra permanente e insaciable.
A través de esta pequeña reseña y luego de hacer un recorrido por los lugares que están más a mano,  he descubierto con sorpresa que podemos abastecernos de todo lo necesario en antiguos y tradicionales negocios del puerto en donde, además, todo se envuelve en papel, se minimiza el uso de bolsas plásticas, se conversa amenamente con vendedores y cajeros, se impulsa la actividad en estos locales y se compra lo que realmente se necesita.
Es muy recomendable recorrer las bodegas del Almendral, un mundo alucinante que poco tiene que ver con la falsa idea de que sólo venden alimentos para mascotas. La hermosa Bodega Pedro Montt (Bacigalupo) tiene todas las exquisiteces imaginables, además de aliños exóticos y variados; frutos secos, semillas, aceites de sésamo, nuez, palta, oliva, etc. Salsa de ostras, de tamarindo, soya, pescado y otras. Tés importados ingleses twinnings, inti zen, rojos, blanco, negro, verde, de jazmín, etc.
La “Bodega Gran Valparaíso” y todas las que están por calle Chacabuco le ofrecerán desde puré hindú a granel, hasta cous cous, quínoa, sésamo rojo, negro y blanco, infinita variedad de porotos, tomates deshidratados, cúrcuma, curry, pistachos, castañas de cajú, jengibre y una larga lista de productos exquisitos, aparte de los del diario consumo.
Y los precios son increíblemente más baratos que los supermercados. Todo se lo venderán a granel, se lo envolverán en paquetitos de papel atados con pita y luego una sola bolsa plástica para llevarlo todo o en su defecto una sustentable caja de cartón reciclada.
Las ferreterías son otro mundo atractivo y único en los antiguos locales porteños, las ubicadas en el sector del Almendral, las que existen en Pedro Montt y la avenida Argentina, la “Ferretería La Chilena” de avenida Alemania con Guillermo Rivera(cerro Florida) son un mundo de miles de productos variados desde los más pequeños hasta los más grandes y complejos. Y también nos ofrecen una atención esmerada, rápida y con conocimiento de lo que se vende a precios más baratos que las grandes ferreterías del retail;  con envoltorios igualmente en papel y pita, con la cuenta sacada en papeles reutilizados y en donde todo se aprovecha sin derroche.
Un lugar del todo recomendable, pulcro, pequeño y antiguo es el de las Pastas Zena en calle Simón Bolívar 442, que aún conserva su cortina de tiras metálicas, un clásico en las tiendas de la península itálica. Aquí están los más exquisitos ñoquis, raviolis, panzotis y triangolonis además de toda la pasta tradicional. Los rellenos van desde los más tradicionales hasta los de berenjenas, zapallo y otros con las salsas más tentadoras junto al queso parmesano recién rallado.
Un poco más allá, al llegar a avenida Pedro Montt está la antigua fuente de soda “La Rivera”, pasada obligada para comer las pizzas y empanadas más ricas y tradicionales del puerto.Los restaurantes que están de moda en los cerros de Valparaíso son una propuesta bastante alejada de los tradicionales y típicos lugares porteños: imperdible el “Menzel” de calle Las Heras con sus privados, su barra y sus platos típicos abundantes y deliciosos a precios razonables. El “J.Cruz” con sus conocidas chorrillanas y sus paredes escritas por todos los comensales. El clásico “Cinzano” con antiguos mozos, suculentos platos y los músicos en vivo tocando boleros, tangos y el chipi-chipi.
Otro lugar con ambiente porteño, antiguo, con mozos atentos a la antigua es el Marco Polo, en Pedro Montt frente a la Plaza Italia. Aquí siempre encontrará todos los platos de la carta, lo atenderán rápido, a toda hora hasta la medianoche y la calidad de sus preparaciones nunca lo defraudarán. Las pastas, cazuelas, sus hamburguesas y completos son una perdición. Es el único local que abrió al día siguiente del terremoto del 27 de Febrero y que está abierto contra viento y marea, siempre.
Hay muchísimos más, por mencionar otros: “La Mangiata”, el “Da Renato”, el “O´Higgins”, el “Don Carlos”,  el “Bar Inglés”, Bar “La Playa”, “El Pajarito”, el “Bogarín”, “Don Otto”, etc. En calle Victoria aún se pueden encontrar artículos increíbles, verdaderos tesoros en la todavía hermosa tienda “El Olivar” con toda su mercadería importada y finísima, junto a otros pequeños locales donde los pantalones de polar para los más pequeños cuestan $ 1.000 confeccionados por señoras costureras; tiendas de lámparas y artículos eléctricos, botonerías y cordonerías de antología, la tradicional vidriería Schieggia y la antigua suelería/talabartería El Carretero.
El sector de Plaza Echaurren y Serrano nos espera con otra cantidad de lugares para comprar de todo muy barato. Si quiere encontrar un exprimidor de limones de vidrio, jarrones y platos enlozados y una gran variedad de menaje de otra época, debe darse una vuelta por la “Bandera Azul” y recorrer sus pasillos tapizados con los objetos más nobles.  Otro que no debe faltar en sus compras son las cecinas y todo tipo de embutidos de la “Sethmacher”, antiguo, tradicional y exquisito local que los fines de semana tiene filas de gente esperando su turno para ser atendida.
Foto: Pablo Genovese
¿Alguien ha ido a comprar al Almacén Naval de Playa Ancha, a la tienda de Antigüedades  El Abuelo, ala SueleríaElCóndor, ala VidrieríaBetty, a Confecciones Las Tablas, a la tiendaLa Sombra, ala SombrereríaWoronoff, ala LibreríaCrisiso ala Ateneo, aLa Camelia, ala JaboneríaLaYolanda?
Parecen pertenecer a una historia sacada de un cuento donde el tiempo se detuvo, pero no lo es.  Son los lugares del antiguo Valparaíso que se niegan a morir para suerte de nosotros, pero que por lo mismo debemos incluir en nuestras compras cotidianas.
De esta manera, el acto de comprar y de abastecerse se transformará en una suerte de paseo que nos ayudará a vivir la ciudad porque estaremos obligados a observarlo todo, no estamos ya en el ámbito artificial e impersonal  del supermercado sino que iremos mirando el entorno, los problemas que existen y el devenir ciudadano.  Esta forma de aprovisionarnos  posibilita el encuentro con las personas,  asistimos a distintos tipos de situaciones y escenas que incluso pueden  llegar a ser ser inspiradoras, estamos al aire libre tomándole  el pulso a la ciudad y vinculándonos con ella con todo lo que ella posee de bueno y de malo, de bello y de feo, pero en contacto con una realidad a escala humana  en ese transitar a diario que constituye nuestro viaje de ida y regreso al hogar que pareciera ser intrascendente, pero que al llenarlo de pequeños significados personales y sociales termina por darle sentido a nuestros días.
Créanme, volver a las panaderías y almacenes de nuestros barrios, siempre será una íntima alegría, un respiro y un re-descubrimiento.