martes, 4 de octubre de 2011

ASESINAR EL PUERTO

Un collage de Gonzalo Ilabaca. Un puerto de colores y mágico.
“Si hay un puerto que tiene profundidades en Chile, es Valparaíso, que tiene un gran futuro por delante, el Mall y el proyecto inmobiliario ‘Puerto Barón’ nos quitan todas las posibilidades de materializar este crecimiento.  Esto es asesinar el puerto”. Claras y categóricas fueron las declaraciones recientes del Comandante en Jefe de la Armada, Almirante Edmundo González. Una declaración que comparto en esta oportunidad con absoluta convicción.

Si bien, el turismo y el crecimiento del sector universitario son actividades generadoras de importantes recursos para la ciudad, no debemos olvidar que para un puerto su principal fuente de desarrollo económico, laboral y de servicios es el fortalecimiento de su actividad portuaria.

¿Cómo es posible que haya que defender el borde costero de Valparaíso de una aberración tan grande como la construcción de un centro comercial y de un edificio de departamentos? Parece que esto fuese de un criterio y una lógica que no requiere de mayores cuestionamientos. Sin embargo, no es así, porque se quiere llevar a cabo. El puerto de Valparaíso, el más antiguo de nuestro país, la entrada a la ciudad desde el mar, donde los cerros te dan la bienvenida abarcando toda la bahía, ese lugar relativamente pequeño al que años de historia y generaciones de navegantes le han otorgado una aura mítica, que debe ser por lo mismo, cuidado y conservado; donde zarpan los barcos, arriban los pasajeros y la carga, donde hay despedidas, marineros y actividad portuaria. Ese lugar, donde ocurre una parte fundamental de la identidad de Valparaíso no puede ni debe “farandulizarse” con un mall y menos aún, con un proyecto inmobiliario. Y menos, habiendo tantas posibilidades de crear un espacio turístico atractivo, respetuoso de su entorno, con un sector para cafeterías y tiendas de artesanías, embarcaderos para los paseos por la bahía, etc. Una zona que nos invite a dar caminatas contemplando el mar y a conectarnos con el espíritu del puerto.

Pienso en el hermoso e importante puerto de Montreal en Canadá; allí aún se conserva toda la importancia de su actividad portuaria, recibiendo además gran cantidad de transatlánticos y donde se ha valorado la parte antigua, convertida hoy en un paseo tradicional, amable y turístico. A nadie se le habría ocurrido ocuparlo con una gran tienda comercial ni con departamentos para particulares.

Por otra parte, todas las tendencias de desarrollo urbano sustentable de las ciudades del mundo, y también de Chile, aconsejan construir los malls en los extramuros. La razón es simple, la arquitectura de estos edificios es estandarizada y funcional, son idénticos en todas partes aunque en distintos tamaños. Su estética no es atractiva ni son un aporte  arquitectónico porque no están pensados para eso.

Además, la actividad “sucia” que generan a su alrededor es un flaco favor para el sector donde se instalan. Basta con darse una vuelta por el Mall Marina Arauco en Viña para comprobar que todo lo que ocurre en esa zona es deplorable: gentío, comercio ambulante, gran cantidad de basura, camiones de abastecimiento, ruido, congestión vehicular y una fealdad a toda prueba.

¿Eso queremos para nuestro hermoso borde costero, entrada principal al Puerto de Valparaíso, Patrimonio Cultural de la Humanidad? No debiéramos ni siquiera tener que plantearlo.
Es curioso que nuestras autoridades y en especial el alcalde de Valparaíso esté tan entusiasmado con un proyecto que la gran mayoría de los porteños rechaza y que causará, además, un daño irreparable al pequeño y antiguo comercio que funciona en el plan de la ciudad donde aún sobreviven emporios, almacenes y pequeñas tiendas llenas de tradición e historia.

Aquello que se conserva como “lugar valioso” irá perdiendo rápidamente su capacidad de competir con las grandes tiendas que funcionarán en el mall. Valparaíso tiene otro ritmo, otra estética, otra forma de hacer comercio que no se vincula de manera alguna con el macro estilo de los grandes centros del retail.

Una muestra de aquello fue lo que pasó con la llegada de Cencosud a la Avenida Argentina, donde funcionó GasValpo en un edificio histórico del que tramposamente se conservó una desvaída fachada: se mató la dignidad de la entrada y la vista al ascensor Barón, se acabaron las pequeñas y antiguas tiendas a su alrededor porque llega otra gran tienda (la tristemente célebre La Polar) y vemos que sus estacionamientos y promociones de mercaderías tienen vista al mar.

Para qué decir de las nuevas instalaciones muertas que colindan con su entrada por Avenida España, que son de lo más modernas, pero que generan escasa y pobre actividad comercial, sin relación alguna con las construcciones del Cerro Barón. Un cerro de ferroviarios, de porteños comunes y corrientes que viven allí por generaciones y que ven como también se va llenando de torres que no respetan ni siquiera la vista de la Iglesia San Francisco, una de las más antiguas y emblemáticas.

En cuanto a nuestra actividad turística, creo que una de las características originales y únicas que tenemos es justamente esa: ser quizá una de las pocas ciudades importantes del mundo que no tiene mall.  No creo que sea un atractivo muy interesante de visitar, es más, creo que es bastante vergonzoso ofrecerlo como posibilidad de paseo al turista en una ciudad patrimonial. Y si alguien tiene necesidad de  acudir a uno, en Viña del Mar a pocos minutos hay tres y por si fuera poco, dos más en construcción. No lo necesitamos, definitivamente.
Foto: Pablo Genovese
Cuando salgo de mi casa, bajo dos cuadras, atravieso la Avenida España y estoy junto al mar. Ahí recorro el hermoso Paseo Wheelwhrigt, bien concebido, con sus imponentes  roqueríos, los lobos marinos nadando cerca de la orilla y una estupenda ciclovía. Y lo mejor es que el paseo está aún descontaminado de vendedores ambulantes, basura y publicidad, es un privilegio poder realizar largas caminatas admirando el paisaje y el vuelo de las gaviotas. Es una posibilidad de conectarnos con un poco de silencio, con la naturaleza que nos recibe generosa y con esa nostalgia que nos trae el puerto con toda su carga de historias de marinos, bohemia, poesía y libertad.

¿Para qué queremos un mall?  Por el contrario, el mall, nos hace mal.

No hay comentarios: