miércoles, 7 de marzo de 2012

DEL MALL DE CASTRO AL MAL(L) DE CASTRO

Simulación de la intervención del Mall Barón en el muelle.
El espanto y rechazo que ha provocado transversalmente en toda la ciudadanía la construcción de un gigantesco y aberrante mall en Castro, en nuestro mítico y hermoso Chiloé, puede ser una real oportunidad de salvar Valparaíso amenazado también por otro mall de similares y brutales características impulsado por otro Castro, el actual alcalde de la ciudad, en una coincidencia macabra.

Valparaíso al atardecer
He sido insistente y categórica en mi posición contraria a la construcción de un mall en nuestro borde costero, un proyecto que destruye un sector que debiera tener la misión de desarrollar el crecimiento del puerto junto con un espacio libre de comercio, inspirador del paseo al aire libre, del deporte, de la recreación natural junto al imponente Pacífico y su paisaje sobrecogedor. Nuestro Valparaíso, que según el arquitecto y cofundador de la Ciudad Abierta de Ritoque, Francisco Vial, fue “olvidado y sumergido en un mítico letargo” necesita con urgencia un tratamiento de especial cuidado en las construcciones que se autorizan, en el tipo de comercio que se quiere potenciar en su centro y casco histórico, en la ciudad patrimonio que podemos ser con respeto a nuestra identidad y a nuestra particular belleza geográfica.

Chiloé está hermanado con Valparaíso en su originalidad, pero también en lo frágil que es en manos de autoridades sin criterio y que sólo ven pequeños beneficios a corto plazo delegando obligaciones municipales en manos privadas “para que le hagan la pega”, es decir, dejando al retail a cargo de generar empleo (del cual conocemos su dudosa calidad), de crear espacios de recreación y esparcimiento (dentro del mall, eso sí) y de mantener algún tipo de jardines y limpieza a su alrededor (cuestión que produce a cambio mucha basura, gentío, congestión vial y vendedores ambulantes en el límite exacto donde se termina el mínimo espacio público exterior a cargo el mall).

Palafitos de Chiloé
Me es impensable llegar a la isla de Chiloé y junto con ver tras los palafitos y construcciones típicas de la isla encontrarme en primer plano con la mole de cemento aplastando todo el paisaje, toda la identidad de Castro con tanta historia y tradición.  Puedo entender también lo complicado y difícil que resulta para los chilotes tener que desplazarse hasta Puerto Montt para adquirir bienes y servicios con los que no cuentan, en eso estamos claros, ¿pero cómo es posible que el precio que debe pagar la ciudad deba ser tan alto como para instalarlo tan grotescamente protagónico, aplastando y destruyendo un sector emblemático de Castro?

El caso de Valparaíso, en ese sentido, tiene una realidad diferente.  No estamos aislados, tenemos varios malls en Viña del Mar y necesitamos urgentemente potenciar y apoyar el pequeño pero antiguo comercio local que tiene una larga tradición para los porteños y que los  turistas valoran: emporios, bodegas, tostadurías y pequeños locales de abarrotes surtidos de cosas impensables también. Valparaíso aún tiene el retail a raya, todavía no los deja instalarse a sus anchas destruyendo paisaje y construcciones a su paso, pero esa originalidad está en peligro por nuevos proyectos de grandes tiendas y supermercados que además de llegar con toda su carga destructiva, nos traen productos de tercera categoría. (Porque según el poder adquisitivo de las ciudades los hay de primera, segunda o tercera).Pero aún estamos a tiempo de frenar, de rechazar los proyectos comerciales e inmobiliarios que destruyen Valparaíso.
En la simulación del Mall de Castro, se veía rebonita la construcción, juzgue usted.

Simulación del Mall de Castro V/S Realidad  (juzgue usted).
Hay que cambiar esta actitud condicionada que nos hace creer que el desarrollo de la ciudad pasa por los malls y las torres de edificios, hace tanta falta un verdadero “saber-hacer” por parte de las autoridades y alcaldes, tener un plan urbanístico, propuestas propias con respeto a nuestra idiosincrasia, a nuestra luz y a nuestra geografía y ello no se puede delegar en el retail.  No conozco ni un solo proyecto de este tipo emplazado en borde costero o centro de una ciudad en Chile que haya sido un aporte arquitectónico, que le haya regalado algo interesante a una ciudad (así ocurrió, por ejemplo, con San Antonio, Puerto Montt, Antofagasta, etc.)  Ellos están sólo para vender y lucrar, por lo tanto no podemos esperar que solucionen los problemas urbanos y sociales de las ciudades donde se instalan. Porque como dice el arquitecto y diseñador Federico Sánchez: “¿Quién se preocupa por las cosas nobles, quién se preocupa por levantar obras que privilegien el encuentro? La respuesta es nadie. Esa es la verdad de la milanesa. Nadie se preocupa de eso porque es un mal negocio.

Por lo mismo, no esperemos que comience a construirse el mall en Valparaíso para dar paso al arrepentimiento, a las declaraciones de total rechazo por parte de los políticos, a repetir la triste historia de Castro, en Chiloé.  Que la experiencia nos sirva para dar un paso atrás y no dejar que se cometa semejante crimen en nuestro borde costero, ya que todas las opiniones de arquitectos, constructores, historiadores, artistas, incluso  la Armada y todos aquellos que tienen un nombre y un prestigio en su quehacer han sido categóricos en el rechazo a este proyecto; no puede ser que todos estemos tan equivocados, salvo el señor alcalde, sus asesores y los dueños de Mall Plaza S.A..  Un aporte real, un favor a Valparaíso sería cambiar el lugar de este centro comercial y trasladarlo al sector de Santos Ossa u otro en la periferia que no hiriera para siempre el paisaje porteño junto al mar.  Bibliotecas, cines, acuarios, ruedas de Chicago, y todo ese paraíso artificial que nos ofrece Plaza Barón debe estar donde se necesita realmente, el paisaje marino no necesita ninguna parafernalia comercial, se basta a sí mismo.

Por eso yo exijo respeto, cuidado y criterio  para proyectar Valparaíso a futuro, este puerto de naufragios que vive amenazado por su propio desastre, no puede ni debe hundirse por falta de voluntad y de visión.  Perder nuestra condición de ciudad patrimonio de la humanidad vendría siendo a esta altura lo menos grave si no salvamos Valparaíso de su trágico destino que ha llegado al límite de la mala gestión en esta última década. Frente a eso, no se puede transar y debemos ser implacables. Aún estamos a tiempo.

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