jueves, 29 de marzo de 2012

VALPARAÍSO: HOYOS QUE MATAN EL AMOR

Aplaudí la recién estrenada ley anti alcoholes para los conductores a pesar de todos los reclamos y pataletas tanto de los sectores comerciales vinculados a la gastronomía y bares como de los amigos y conocidos que se sienten terriblemente perjudicados en sus intenciones de salir y pasarlo bien con unos pocos tragos.

Me parece que no sólo las estadísticas, sino que la realidad nos ha golpeado permanentemente con casos de horribles accidentes automovilísticos en donde casi siempre la causa principal es que el conductor ha estado bajo la influencia del alcohol pagando las víctimas el costo del carrete que muchas veces les ha quitado la vida. Creo que esta ley vela por todos nosotros, nos impone una conducta seria y responsable que me parece requisito fundamental de quienes manejamos y no significa de manera alguna no poder tomar ni limitar nuestras salidas.

Ahora uno se organiza de otra manera, negocia con los amigos o la pareja los turnos de quien maneja y por lo tanto no bebe alcohol y por último dispone del servicio de taxis u otro sistema que lo traslade. Yo estoy de acuerdo y dispuesta a cumplir sin duda la ley, tengo clara mi responsabilidad como conductora y tendré siempre la mejor voluntad para acatar todas aquellas normas que nos protegen. Aquí no discuto nada. Hasta ahí todo está muy bien.

Estamos claros en nuestros deberes y obligaciones como ciudadanos y funcionamos de acuerdo a un sistema en donde todos cumplimos un rol. Pues bien, esta percepción que me parece tan simple y asumida me llegó hasta que manejando mi auto por plena Av. España caí violentamente en un feroz hoyo, sí, hoyo; no evento, el cual no tuve ninguna posibilidad de esquivar o de lo contrario provocaba un choque de proporciones con los autos que venían por las pistas laterales.  Hoyo ubicado a la salida de la bomba de bencina que se encuentra en el sector Yolanda y al centro  de las tres pistas, es decir, un hoyo en ubicación privilegiada en la avenida más importante  que une Valparaíso y Viña del Mar.

Fue tan violento el golpe en el neumático que lo destruyó sin posibilidad de reparación, abolló la llanta de aleación, desalineó el tren delantero y me dejó tiritona de lo que pudo haber ocurrido. Desde entonces quedé con una tremenda sensación de inseguridad al manejar por las calles de nuestra ciudad y comencé a tomar conciencia del estado real de los pavimentos en Valparaíso, no sólo arriba en los cerros, sino en todas sus avenidas.

También del mismo desolador panorama en la supuestamente elegante y poderosa Viña del Mar, llena de flores, paseos costeros recién inaugurados y mucho edificio moderno. El estado de nuestras calles es un verdadero atentado no sólo a los autos de todo tipo sino a la vida, expuesta a los accidentes más violentos para esquivar los hoyos que abundan por todos lados. Descubrí también que todos nosotros, conductores asiduos por nuestras ciudades, tenemos una memoria adquirida no consciente de la ubicación y profundidad de todos los hoyos familiares, es decir, de todos aquellos por donde pasamos frecuentemente ya casi sin verlos, entonces nos cambiamos de pista un poco antes o hacemos alguna maniobra ya probada que nos libre de ellos.  Es decir, convivimos con los hoyos que los hay en todas sus variedades: más o menos profundos, algunos ya florecidos, otros anchos como una piscina, unos que alguna vez fueron rellenados con tierra, los traidores que se ven chicos pero no lo son, los irregulares, los que parecen una grieta entre dos pavimentos, los que tienen desniveles, en fin, hay para todos los gustos y se multiplican día a día a vista y paciencia de todos nosotros.

Y pregunto: ¿no debe mantener la municipalidad el buen estado de sus calles? ¿Cómo es posible que se apruebe una ley anti alcohol para los conductores y nadie promueve una ley anti hoyos para los municipios, que deben producir tantos accidentes como los conductores en estado de ebriedad? ¿De quién es la responsabilidad de tener calles seguras para la conducción? ¿Por qué si nosotros cumplimos, ellos no?.

Estamos en plena campaña de los municipios por conseguir la mayor cantidad de patentes posibles, los slogans son del tipo “Haz patente tu amor por Viña”; “Que tu cariño por Valparaíso sea patente”, etc. Mucha petición de pruebas de amor hacia los automovilistas pero cero compromiso de ellos para ofrecer un standard mínimo de calidad en calles y avenidas, así como también de coordinar con Serviu, que visa este tipo de arreglos.

Pues bien, con el dolor de mi alma esta vez tomé la decisión de NO renovar mi permiso de circulación en Valparaíso teniendo plena conciencia del deplorable estado financiero de la municipalidad, porque este impuesto no sólo no cumple con su objetivo y tiene al puerto en condición de franco deterioro por pésima y negligente gestión sino porque mientras no arreglen las calles yo no puedo seguir pagando a quien no hace su trabajo.

Me pareció mucho más sensato y aleccionador,  buscar aquellos municipios más pequeños del interior y darles una oportunidad de crecer y tener nuevos ingresos de parte de los desilusionados y maltratados contribuyentes de Valparaíso.

Mientras tanto, espero la llegada del Sr. Alcalde Jorge Castro quien anda de viaje por Viena en un encuentro de ciudades patrimoniales para hacerle llegar la factura por $ 70.000, correspondientes a la gracia que me costó haber caído en un hoyo patrimonial que seguramente permanecerá allí por largos, largos años.

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