viernes, 2 de marzo de 2012

JARDÍN BOTÁNICO: ¿PASEO O ESTACIONAMIENTO?

El fin de semana pasado recibí un atractivo llamado de mis amigas para juntarnos a disfrutar de un concierto de jazz al aire libre.  Un panorama ideal que acepté de inmediato hasta que me dijeron que sería en el Jardín Botánico de Viña del Mar y lo deseché de inmediato con gran tristeza.

Hace tres años, inaugurando mi nueva condición de abuela feliz, llevé a mi nieto a pasear en su coche al Parque Botánico para regalarnos una tarde apacible en medio de la naturaleza, a escuchar el canto de los pájaros, el sonido de las ramas de los árboles meciéndose al viento, a oler flores y arbustos, en fin, a vivir el contacto natural de ese lugar retirado, hermoso y silencioso. Poco nos duró el entusiasmo al tener que esquivar, a poco andar, los autos que venían uno tras otro delante y detrás nuestro, en medio de bocinazos cuando nos demorábamos mucho en apartarnos del camino de tierra y tragando tanto polvo como nunca nos imaginamos sucedería en un lugar así. Porque este paseo, esta ruta interior para caminar, que ingenuamente pensamos era para las personas que veníamos a disfrutar del parque, se transformó en un mal momento.

Nosotros estábamos profundamente equivocados, los senderos al interior del Jardín Botánico (donado por el empresario porteño Don Pascual Baburizza) son utilizados masivamente por automóviles con apurados “paseantes”, pero dentro de ellos, que no tienen el menor cuidado con los peatones, como en una calle cualquiera de la ciudad.  Y como si esto fuera poco, la mayoría de los caminos relucen con autos estacionados en sus costados con las radios prendidas a todo volumen y ocupando cualquier espacio que les parezca más cómodo y más cerca de donde harán su picnic.  No sería extraño ver dentro de poco una licitación de parquímetros para instalarlos sin asco dentro del parque.

Desde ese día inicié una campaña a través de Facebook que se llamó: “No al ingreso de autos al Jardín Botánico de Viña del Mar”, escribí cartas a los diarios, estampé mi reclamo el mismo día en el libro del Jardín y prometí no volver nunca más mientras esta absurda situación no se modificara. ¿Jardín Botánico, reserva de la naturaleza, con autos dando vueltas en su interior? No sé a quién se le ocurrió ni cómo se permitió.  Por esos días salió una nota en El Mercurio de Valparaíso a raíz de mis reclamos y el Director del parque anunció que se estaba haciendo un estudio para solucionar el problema y que efectivamente ellos estaban muy preocupados por esta situación que era difícil y compleja.  Bueno, han pasado ya tres años y la situación no sólo no ha mejorado sino que va de mal en peor, según me cuentan. Y las respuestas de los encargados de nuestro Jardín Botánico siguen siendo exactamente las mismas: “estamos tratando ese tema, es nuestra preocupación y esperamos resolverlo lo antes posible”. Mentira, no se ha hecho nada (no sé por qué me recuerda a los ascensores de Valparaíso).

Me cuesta creer que no se haya podido buscar una  forma de crear un estacionamiento fuera del Jardín, me cuesta entender que un paseo por un lugar que invita a conectarnos con la naturaleza permita y privilegie los autos por sobre los caminantes, no puedo hacerme la lesa con una situación a todas luces aberrante que encierra una cuota importante de ineficiencia, ignorancia y desidia frente al manejo y responsabilidad de un lugar tan hermoso e importante para  Viña del Mar, llamada ciudad-jardín, como el Jardín Botánico que desde hace 60 años tiene el carácter de Jardín Botánico Nacional y como tal debe ser garantizado y preservado de toda contaminación y deterioro. ¡Los caminantes furiosos exigimos una explicación!

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